SAN MARCOS: EL CAMINO DEL DISCÍPULO

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No se puede negar que el estudio de los Evangelios ha sido desde los albores del cristianismo hasta el día de hoy una de las actividades más interesantes e importantes del estudio teológico. Los Evangelios son, como los estudiosos lo afirman reiteradamente, una de las formas privilegiadas del testimonio de la Iglesia primitiva acerca de Jesús el Mesías, el Hijo de Dios. Por eso, se encuentran ríos de tinta dedicados al estudio de los Evangelios e investigaciones de todo orden de ellos; no en vano ocupa un lugar preminente la lectura de ellos en la liturgia cristiana.

 

Es convicción hoy común en el mundo de los estudios bíblicos que los recuerdos de Jesús, es decir sus palabras y sus gestos, no fueron transmitidos mecánicamente, sino recogidos, ordenados y elaborados en base a las exigencias de la fe de las diversas comunidades cristianas: de tipo pastoral, apostólicas, catequéticas y litúrgicas, entre otras. Estos recuerdos de Jesús fueron transmitidos obedeciendo a una doble finalidad: a la memoria de Jesús, a la que restan siempre fieles, y a la propia contemporaneidad, a quienes se dirigen. Historia y fe, por lo tanto, memoria y teología, dos aspectos absolutamente indisolubles. Por eso, en el Evangelio sentimos la voz de Jesús, pero también la voz de la comunidad, que lo ha predicado y actualizado, como también la voz del mismo evangelista que lo ha puesto por escrito, a la vez actualizado, en la corriente de la misma tradición eclesial.[1]

 

El evangelio de Marcos es uno de los cuatro relatos que configuraron el «evangelio tetramorfo», es decir, los actuales cuatro Evangelios. El Evangelio de San Marcos es unos de los escritos del nuevo testamento del cual hay una gran variedad de bibliografía que buscan distintas perspectivas para acercarse a él, desde lo exegético y teológico, etc. Es sin duda el Evangelio más antiguo y aunque en un primer momento se mostraba poco interés hacia él, en los últimos tiempos ha llamado la atención de parte de los grandes estudiosos bíblicos y de algunas ciencias que se enfocan en distintas realidades evangélicas.

 

Está dirigido a cristianos provenientes del paganismo, por lo cual no se adhiere tanto a costumbres judías y hace un enfoque práctico que permite dentro de sí ser comprendido por los destinarios sin excluir el contexto propio. Es un Evangelio abrupto, tosco, pero con una realidad que lo hace muy cercano, vivo y espontaneo. Se puede decir que es un evangelio que nos puede acercar de manera más íntima al ministerio vivo de Jesús, pues conecta muchas realidades propias del Jesús histórico ya que su enfoque no mira tan directamente a sus discursos sino a sus acciones y esto permite una relación directamente con las personas. Es la proyección salvadora del secreto mesiánico expuesto en aquella persona que en su recorrido de vida nos va llevando a descubrir al Hijo de Dios y que alcanza su plenitud en el momento de su Muerte y Resurrección. La teología de este evangelio nos recuerda la realidad de la Cruz como un camino que nos une a Cristo y nos lleva a la Resurrección; y por lo tanto descubrir quién es Él.

 

[1] Cfr. Bruno Maggioni, Il Racconto di Matteo, Citadella Editrice, Assisi 2009, pp. 10-11.

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